Bien lo supo François de La Rochefoucauld (1613-1683): "No hay nada más inmoral que imponerle nuestra moral a los demás". Y sin en afán de retar a La Rochefoucauld, me permito, a vuela pluma, reflexionar entre líneas mi muy particular precepto para darle respuesta a media docena de presidentes rotarios 2010-2011 que me honraron en nombrarme –extraoficialmente, claro- su "coach"; entre ellos dos de mi país en cuyos clubes predominan rotarios(y ex gobernadores) en mejores condiciones que las mías.
Pretendiendo, primeramente, que lo que van a leer aquí no llegue a ofender a nadie. En todo caso el lector hará las adaptaciones que a su criterio rotario mejor le aconseje. Por último aclarar que las aseveraciones hechas aquí son meramente alegorías, a fe de que en ningún momento se interpreten fabulaciones. Aquí voy:
No olvidemos que hay actos ética y moralmente buenos o malos; éticamente buenos y moralmente malos o viceversa. Pagar cuotas rotarias puntualmente, es ética y moralmente bueno. Para quienes nos dedicamos al aventurado mundo de la contabilidad y los impuestos, cabría preguntarnos si eludir (legal) impuestos sea éticamente bueno, pero moralmente malo; o si evadir (ilegal) sea éticamente malo, pero moralmente bueno. O para quienes han osado en acuñar códigos y manuales de conducta éticos y morales y adoptarlos y adaptarlos a alguna profesión, oficio o a organismos como Rotary. Algunos tratadistas afirman que la ética como tal no es codificable; coincido con ellos en la inteligencia que la prueba cuádruple basta –al menos en Rotary- para que podamos conducirnos en actos éticamente propios (internos), y
moralmente públicos (externos).
Vamos a imaginarnos por unos instantes (¡solo imaginar!) de que existe un mundo rotario ni bueno ni malo; quizá diferente al que conozcan o dejemos de perorar a cuanto invitado prospecto de socio llevemos a sesionar. Dónde no existan chismes o calumnias, ni rotarios misóginos que le hagan al "fuchi" a cuanto club mixto o de damas se autorice casi al vapor. Ni damas (no mujeres, ni mucho menos "viejas") empaquetadas al alto vació sintiéndose, en ratos, las grandes empresarias y poniéndose muchas veces en plan de Simone de Beauvoir.
Dónde todos paguen cuotas puntualmente, además de cubrir otras obligaciones por demás financieras. Dónde todos asistan de manera puntual y comedida. Dónde sí, las "nuevas generaciones" sirvan para paliar o enmendar el problema de nuestro retiro y disminución de socios, en caso de que esto llegara a ser posible. Dónde no existan mafias, "petits comités", lambisconerías, o vacas sagradas. Nada de eso. Donde no haya quienes de verdad odien a Rotary y terminan por comulgar con las ruedas del molino respecto al servicio, desde que un par de ingenuos (e improvisados) rotarios les hablaron al oído con sofismas, peroratas y aporías a las cada vez más sanas y cultas generaciones de jóvenes.
Me hago cargo de que la crónica "imaginaria" esté salpicada de comentarios críticos, validos y pertinentes; me apresuro a entresacar lo que hace más de cinco años consigné en un par de artículos para nuestra revista sempiterna y autorizada, de circulación nacional. Insisto una vez más: no seamos víctimas de ese pecado social que en las postrimerías del siglo XX resonó en aquella obra de Milan Kundera (Editorial Vuelta) cuya cita "heideggeriana" se sintetizaba así: "El Olvido del Ser".
1 Cuidemos pues esa fama. Para quienes gustamos de contemplar la "Prueba cuádruple" y ejercerla cada vez más a nuestra conveniencia, bien se sabe que en sus cuatro consignas se vierten actos ética y moralmente buenos. Aquella que fue acuñada en 1932 bajo un dilema de negocios, y que fue adoptada en la intimidad de Rotary para que
los rotarios en el mundo pudieran abanderase en ella, muchas veces acatándola, otras tantas traicionándola:
"De lo que se piensa, se dice o se hace:
¿Es la verdad? ¿Es equitativo para todos los interesados? ¿Creará buena voluntad y mejores amistades? ¿Será beneficioso para todos los interesados?"
*Predicarla en nuestras sesiones y no llevarla a cabo en el club y en nuestras vidas personales y laborales, es éticamente bueno y moralmente malo. Para los rotarios que feliz e ingenuamente creemos que el servicio es TODO en Rotary les pregunto: ¿ser caritativos sin practicarlo es éticamente bueno, pero moralmente malo? Lo cierto es que además de que el servicio se ha convertido en nuestro principal axioma, hemos descuidado nuestra ética entre compañeros de club. Y dicho con todo respeto para
quienes crean o piensen lo contrario: dejamos de ser una cofradía de amigos de élite, para convertirnos en mega-empresarios y obreros de cuello blanco de aquella máquina inventada por Rotary que se llama Fundación Rotaria, en franco detrimento por el compañerismo, cenas hogareños, la amistad como ocasión de servir, y nuestro servicio a través de la ocupación. Pero no se preocupen, que quien incurra en ello estará ejecutando actos ética y moralmente buenos. Nuestra Fundación Rotaria es el vivo ejemplo de que el servicio comunitario está hecho "pesos y centavos" llegando a nuestras comunidades siempre necesitadas. Seguramente se han topado por igual con el
compañero rotario que es por demás protervo con sus empleados, y caritativo con quien ni conoce. El que encuentra mil y un formas de robar a sus clientes y reparte donativos a fin de enmendar lo que él descaradamente considera válido o normal. O con aquel prospecto que llega al club con una mano por delante y otra por detrás, y en automático se vuelve socio de la noche a la mañana.
No falta quienes en Rotary quieran "abotonar" al empresario aparentemente "modelo" de la comunidad y nos de largas, mientras lidiamos o la sobrellevamos años enteros con un par de truhanes en las filas del club. No falta quien entre a un club con el fin (no consecuencia) de hacer clientes; o que persiga fines prácticos y utilitaristas. O de plano con aquel socio que solo predica el servicio de "dientes para afuera" ejecutando actos aparentemente éticos, pero moralmente malos. Algunos de ellos de mala o dudosa fama.
En mi distrito leí un lema "interno" o que rezaba de la siguiente manera: "que el saber sea de sabios y el servir sea de rotarios". Bien. Me gustó. Se oyó chingón. No obstante que aquel adagio tenga un dejo limitativo.
Si el servir ha de ser exclusivo de rotarios y el saber solo para unos cuantos, valdría la pena reflexionar si en verdad los rotarios lo estamos haciendo bien. Es evidente también que Rotary no es la única instancia para servir. Es absurdo tener que referir a nuestra organización como una colectividad similar a los Clubes de Leones, cada vez que nos preguntan otros que de plano no "saben" y mucho menos "sirven", o solo "saben servirse", que es cuando citamos la palabra "Rotary".
No es tiempo ya de negarlo, nos ha sucedido casi a todos. Hasta la suegranos ha preguntado si "ahí" pagan. So pena que existan asociaciones, colegios de profesionistas o cámaras empresariales que ofrecen incentivos para que sus agremiados puedan servir a la comunidad. Muchas veces a comunidades nada pobres, pero al fin y al cabo servicio; ni que decir de otros tantos "sirviéndose con la cuchara grande". Rotarios incluidos. Por supuesto, imaginarios, estimado lector. No vaya Usted a catalogarme como una especie de "wikileaks" iberoamericano de Rotary, o la antítesis del rotarismo como tal, o el apostata de la Fundación Rotaria. Para nada.
¿Y qué me dicen de aquello que a los rotarios nos tiene un tanto incómodos con la falta de reconocimiento mediático sobre la eterna lucha contra la Polio? ¿Será éticamente bueno, pero moralmente malo dejar que otros se repartan los laureles, quizá hasta con el mismo mérito? Finalmente lo que le interesa a Rotary es su erradicación ¿no? (Gracias R. Wallace) ¿Habrá que hacer algo al respecto?
Muchos tratadistas, pensadores e intelectuales (sabios, pues) coinciden en aquello que los presocráticos habían vaticinado hace más de 25 siglos, en la que el mundo (global desde entonces) estará hecho de batallas, guerras y demás actos cruentos. No se equivocaron. El mundo, tal y como lo conocemos ahora, desgraciadamente está hecho a base de guerras que jamás concluirán, mientras sigamos procediendo con egoísmo y acatando actos éticamente buenos pero moralmente malos. Bien por aquellos instigadores de masacres y guerras que son objeto de las más altas distinciones públicas; incluidos, claro, los Nobel de la Paz.
Cualquier ciudadano que se precie de serlo habrá de repudiarlas siempre con obvias y muy entendidas razones. Los rotarios (ciudadanos del mundo, como lo subyugaba Sócrates), hemos secundado la moción muchas veces logrando "éxitos" con voz y voto en las más altos asientos de la OUN. Pero no basta con que la repudiemos, o acuñemos programas "pro-paz" con la misma energía de una Miss Universo.
Si a nosotros los rotarios, esto aquí escrito nos provocó espasmos cerebrales, no quiero saber qué cara vamos a poner el día que nos demos cuenta, también, que la paz tiene sus consecuencias –acaso más temibles que la guerra.
Los rotarios han (hemos) sido, a lo largo de los años y a lo ancho del planeta, agentes garantes de la probidad (en teoría y en la práctica; me costa); custodios de la verdad. Hemos sembrado transparencia y cosechado credibilidad. No nos limitemos a ser una cofradía de amigos cantando al unísono "We Are The World", mientras millones y millones de dólares circulan en las cuentas bancarias de nuestra fundación. No vaya a ser que Rotary International caduque en los siguientes 20 o 30 años y solo subsista nuestra Fundación (sin hacerle a la señora pitonisa).
Pero tampoco olvidemos lo obvio, nuestras raíces y nuestro ser. Nuestra fama ética y moral. Conozcamos la historia de nuestra humanidad para no estar condenados de repetirla. No dejemos de ser, al menos, personas a quienes nuestros semejantes puedan confiar a sus hijos. Olvidémonos de chismes o de andar endosando comentarios a nuestros compañeros a costa de otros. Dejemos de lado las envidias entre clubes (si es que las hay) o de autocalificarnos como se hacía anteriormente entre rotarios A ó AAA. Vendamos nuestro producto; lo que hacemos. Que la gente (nuestro público en la comunidad) termine por convencerse de la esencia y el invaluable valor que los rotarios prestamos alrededor del mundo.
Convirtámonos en rotarios pensantes, sabios, y así pues, que el servicio y el saber sean siempre de Rotarios. Que los presidentes de Club no sólo anden con los Estatutos bajo el brazo. Que el servicio sea una agradable consecuencia y no un simple o desangelado fin. Queremos rotarios éticamente buenos y moralmente extraordinarios. Entre tanto y a vuela pluma, ¿tienen algo que agregar? Lo apreciaré.
Marco Cortés-Colis *Contador público y ensayista
Autor del Libro (aún no publicado) "De las Ocho a las Cuatro Grandes"
Socio del Rotary Club San Luis Potosí Colonial (D. 4130, México)
Past Presidente Rotary Club San Luis Potosí (2004-2005) Past RDR
Chairperson Rotaract 4130 (2001-2006)
Miembro y tesorero 2010-2011 de la Fellowship "Rotarios por al Avance de la
Cultura Latina"