En algún momento de nuestras vidas, todos hemos vivido situaciones de crisis de tipo personal, familiar o laboral. En ocasiones, no sabemos cómo enfrentar ese momento ni sus consecuencias. ¿Cuál es el mensaje de las crisis y que podemos hacer para superarlas?. Nuestra vida es un continuo de experiencias en medio de las cuales buscamos lograr objetivos y obtener bienestar emocional.
A veces, sin embargo, la conjunción de algunos factores o circunstancias conspiran para generar estados complejos en los que se nos escapa el control y se pierde en sentido de claridad y la sensación de seguridad. A este estado lo denominamos comúnmente, como “crisis”.
Una crisis es un momento de tensión y cambio que nos induce a transitar por la incertidumbre y a usar la creatividad, ya que es un tiempo de ciclos que se cierran para dar paso a nuevas maneras de vernos y de ver nuestra vida. Por lo general experimentamos las crisis como momentos tensos, debido a que insistimos en querer perpetuar lo que ya ha fenecido, ha muerto o se ha marchitado. Las crisis se reconocen por el surgimiento de emociones intensas, confusión, cambios radicales en la manera de ver las cosas, así como por la presencia de situaciones inusuales e inmanejables.
Una visión favorable de las crisis es percibirlas como espacios de crecimiento personal, oportunidades de revisión, decisión y autoconocimiento, como un paréntesis que nos lleva a descubrir patrones mentales y emocionales que pugnan por renovarse.
Hay buenos ejemplos de esto. Gracias a una crisis de salud, Julio Iglesias abandonó el fútbol y se convirtió en cantante. Hoy es un hombre record con más de 500 millones de discos vendidos. Por una crisis de dinero, Stephen King nació como escritor y ahora es el autor más leído del mundo. Como he señalado en mi libro El Mensaje de los Sabios: “…hay remedios amargos que curan”.
Cada crisis trae consigo cambios significativos. La muerte de un familiar, un accidente, un divorcio, o el fracaso al intentar lograr un objetivo importante, pueden bastar para modificar sustancialmente la forma de vida que llevamos.
Debe entenderse que pocas veces las crisis aparecen repentinamente. Por lo general, son producto de procesos acumulativos, de los que no nos percatamos o que ignoramos, hasta que algún detonante rebosa el vaso y nos vemos afectados en nuestras rutinas y estabilidades. Así, nos vemos forzados repentinamente a modificar un hábito, dejar un trabajo, renovar una relación, cambiar de vivienda o retomar los estudios. Las crisis nos empujan a crear a dar un salto y crear luego un nuevo equilibrio.
Una crisis económica puede verse como una invitación a encontrarnos con nuestra verdadera vocación, a desarrollar la creatividad, a mejorar las relaciones, a cambiar de escenario laboral o a revisar la forma como manejamos el dinero. Una crisis de pareja, puede revelar la necesidad de abordar aspectos bloqueados o ignorados en el vínculo o, de decir un adiós, definitivamente. Una crisis de salud podría ser el grito del cuerpo para mostrarnos el agotamiento, el miedo, la tensión o el descuido que no vemos, y para empujarnos a superar las tristezas, resentimientos, culpas o vacíos. Podría ser lo requerido para observar que vamos muy de prisa, que estamos anclados en el auto-abandono o que hemos olvidado el placer de vivir.
A veces nos autogeneramos crisis, y las usamos, sin siquiera notarlo, como recursos simbólicos para ganar la atención de nuestros seres queridos. También, son escenarios creado para poder descansar sin sentirnos culpables, para tener el valor de cambiar de vida, o maneras de renunciar y rendirnos. Creo, como Stanislav Grof y Roberto Assagioli, que muchas de las crisis que tildamos de enfermedad o de locura, son en realidad etapas de transición en un proceso complejo de evolución y crecimiento interior.
Para superar las crisis, debemos aceptar que son procesos de cambio, y parte normal de la vida humana, de las que somos en buena medida responsables. Son mensajeras de cambios, que muchas veces exigen ayuda profesional. Y que deben ser abordadas no con resistencia, sino con apertura para ver sus lecciones. Y comprender que reducir crisis impone vivir más alerta, captar los indicios de cambio cuando aparezcan, aprender a ser más previsivos, ampliar nuestras opciones para depender menos de opciones únicas, y aceptar lo que no se puede controlar. En resumen: Menos expectativas, más opciones y más aceptación.